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Este artículo fue publicado parcialmente hace dos años, y fue completado en otoño de 2014, con motivo de nuestra actuación en La Coruña. Dado que el 22 de mayo celebramos el aniversario de Richard Wagner, y ante la ya cercana celebración de nuestro Festival Antibayreuth en el verano de 2015, nos ha parecido una buena idea destacar de nuevo este análisis del prólogo de la Tetralogía.
Aprovechamos para comunicar también que el próximo 29 de junio haremos el primer pase de «La Walkiria» en la casa de Cultura de San Lorenzo de El Escorial, como preludio al Festival Antibayreuth, cuyas fechas anunciaremos oportunamente en las próximas semanas. Confiamos en poder hacer un nuevo artículo con los motivos de La Walkiria, como éste que pueden leer a continuación.
El Oro del Rin
Como todo buen aficionado a la música sabe, y no hace falta ser wagneriano, la historia de la composición de El Anillo del Nibelungo es, por utilizar un término musical algo rebuscado, cancrizante. En efecto, Wagner deseaba componer un drama sobre la muerte del héroe germánico por excelencia, Sigfrido, pero en seguida comprendió que una obra que abordara exclusivamente la historia del asesinato del héroe quedaba un tanto coja. Por ello, decidió que a la muerte de Sigfrido había de precederle un drama sobre su juventud. Y a ese drama, otro que hablara de los orígenes del héroe. Pero la historia seguía quedándose un tanto corta. Al fin y al cabo, en una serie de dramas en los que los hombres y los dioses se mezclaban se requería naturalmente de un punto de partida que explicara el marco a partir del cual se desarrollan los dramas que componen la Tetralogía. Y ese punto de partida nos sitúa en un ámbito puramente mitológico en el que no hay hombres sino dioses, ninfas, nibelungos y gigantes.
Así pues, Wagner concibió en último lugar la que a la postre se convirtió en la primera obra de la Tetralogía, no sólo por el orden que ocupa en ella, sino también porque fue la primera en ser terminada, concretamente en 1854.
La estructura de esta obra es muy interesante, pues, al concebirla como gran prólogo, Wagner no escribe un drama con obertura y tres actos, como acostumbraba, sino un gran fresco compuesto por cuatro escenas o cuadros. No hay separación entre las escenas, lo que añadía gran complejidad a la tarea de los escenógrafos, pues éstos tenían el tiempo muy ajustado para cambiar decorados.
Nota previa
Antes de abordar el análisis de cada escena, les señalamos que podrán escuchar todos los motivos si pinchan en los enlaces que a continuación incluiremos y que se encuentran en YouTube. Les redireccionará a dos vídeos que recogen, por un lado, la primera y segunda escenas, y por otro, la tercera y la cuarta. Son los siguiente: Antes de abordar el análisis de las escenas tercera y cuarta, les señalamos que los motivos que mencionamos podrán escucharlos en estos enlaces:
- http://www.youtube.com/watch?v=1DnstP-aUtU (escenas primera y segunda, en adelante Vídeo 1).
- http://www.youtube.com/watch?v=Tf1A2X8lI4E (escenas tercera y cuarta, en adelante Vídeo 2).
Declinamos toda responsabilidad en relación con los derechos sobre esa grabación, tan sólo nos limitamos a utilizar estos enlaces con fines ilustrativos y pedagógicos. Cada vez que vean ustedes un motivo ilustrado con partitura, nos remitiremos al minuto y segundo del vídeo correspondiente para poder escucharlo.
Cuatro elementos, cuatro escenas
El Oro del Rin comienza con un preludio formalmente incluido en la escena I. Se trata de un preludio muy diferente a cualquier otro de Richard Wagner. Todo el preludio está construido a partir de una única idea musical:
Puede escuchar usted este motivo justo al comienzo de la música en el Vídeo 1, concretamente en el minuto 3:02
Este motivo, Leitmotiv como se suele denominar, momento melódico o psicológico como diría Wagner, es el motivo de la naturaleza. No es casualidad que la tonalidad elegida por el autor sea Mi b M (Mi bemol, esa nota que emiten los barcos de forma poética y hermosa) una tonalidad utilizada a menudo para describir momentos primarios, originarios, que en este caso nos conduce a un universo intemporal, al nivel de las profundidades, más concretamente de las aguas profundas y frías del Rin.
Se trata también de una tonalidad en ocasiones relacionada con la representación de la Trinidad cristiana. Nada menos que Johann Sebastian Bach, en su Preludio y Fuga en Mi b M, BWV 552, Santa Ana, según autores y estudiosos entre los que podemos mencionar a Albert Schweitzer o a Peter Williams, utiliza la tonalidad de Mi b M para representar la Trinidad.
Wagner emplea una nota pedal perpetua (nunca deja de sonar durante el preludio) que sólo desaparece cuando la ninfa Woglinde comienza su canto, sosteniendo así la idea primaria, que muta no tanto por armonía como por ritmo y movimiento ascendente.
Decíamos que esa única idea musical ocupa todo el preludio, pero no es menos cierto que, manteniendo ese ambiente primario y tenebroso, Wagner va descomponiendo o transformando dicha idea, anunciando así una de las características de su forma de componer, dado que Wagner transforma a menudo los motivos, otorgándoles un carácter diferenciado, aun cuando estén constituidos por el mismo o muy similar material. Así, si la obra comienza de una forma estática, en aguas profundas y calmas, poco a poco vamos subiendo y vamos pasando de las tinieblas a la penumbra. No deja de ser un efecto cinematográfico, como si la cámara ascendiera desde las profundidades hacia la superficie.
Poco a poco vamos distinguiendo, así, formas imprecisas, como cuando despertamos de un sueño profundo. Y al abandonar finalmente el estado de inconsciencia primario en el que comienza la obra, distinguimos unas formas femeninas: las hijas del Rin.
Las hijas del Rin son ninfas de movimiento sensual y ondulante y de belleza arrebatadora. Su canto es melodioso y atrae a aquellos que las oyen, pero éstos no resultan devorados como les sucedía a los desdichados que acababan en manos de las sirenas a las que Ulises quiso escuchar, ni sus barcos encallados como a la ondina, digámoslo así, vecina de las hijas del Rin, Lorelei, a la que por otra parte tanto debe Wagner a la hora de crear el acorde de Tristán (esa es otra historia, desde luego, pero para los escépticos, escuchen y se sorprenderán: http://www.youtube.com/watch?v=akxwYPcQwps).
Tres son las hijas del Rin, lo cual resulta significativo si tenemos en cuenta que la tonalidad de Mi b M tiene tres bemoles. Woglinde, Wellgunde y Flosshilde poseen un carácter juguetón y disfrutan seduciendo a los seres que se acercan a ellas, lo que alienta la idea de que se trata de espíritus prisioneros de su condición y desprovistos de la facultad del razonamiento. Por ello, aun cuando saben que guardan un tesoro incalculable y que puede otorgar un poder ilimitado a quien lo robe, son incapaces de sujetar su lengua, que les traiciona por su despreocupación y su alegría (¿frivolidad?) innatas.
Wagner refleja sus movimientos ágiles y ondulantes, así como su carácter alegre y juguetón en el motivo que les describe:
Puede escuchar usted este motivo a partir del minuto 7:09 del Vídeo 1
La capacidad de Wagner para crear atmósferas y climas es extraordinaria. Hemos pasado de un ambiente umbroso y frío a la despreocupación y ligereza que caracteriza a las Hijas del Rin. Por ahora, todo transcurre en un elemento, el agua, al cual pertenecen las tres ninfas.
Súbitamente, aparece una criatura que pertenece a otro elemento y que va a provocar con un insólito gesto, que ahora comentaremos, la cadena de acontecimientos que finalmente conducirá a la caída de los dioses. Nos referimos a Alberich, el nibelungo.
Alberich es un nibelungo, una criatura fea y desagradable que pertenece a otro elemento, la tierra, y por decirlo de manera más precisa, al subsuelo. En efecto, los nibelungos viven bajo tierra, alejados de la luz. Alberich asume un papel opuesto al de Wotan, constituyéndose de hecho en su reverso psicológico. Wotan había sido antaño el cabecilla de una horda bárbara, renuncia a su poder sobre los elementos oscuros anclados en el fondo del suelo, y, de hecho, en el momento en que se sitúa la acción, Wotan ha perdido la sombra de la que Alberich ha nacido. Sombra deseosa de conquista, Alberich surge desde el abismo del Nibelheim, encontrando en primer lugar a las ninfas que custodian el oro del Rin. Deslumbrado por la belleza de las tres hijas del Rin, Alberich trata de conquistarlas, pero sus movimientos torpes, así como sus vulgares insinuaciones sólo provocan el desprecio y las burlas de Woglinde, Wellgunde y Flosshilde, quienes, una tras otra, humillan al nibelungo, causándole una enorme frustración e ira.
Cuando los primeros rayos del alba aparecen, el oro del Rin brilla resplandeciente en el peñasco donde es custodiado. Alberich, que ignora por completo todo lo relativo al oro, pregunta a las criaturas escurridizas que le han humillado qué es aquello. Su ignorancia acerca del oro azuza aún más las ganas de mofa de las ninfas, quienes, deslenguadas, revelan el secreto del oro del Rin a Alberich: quien consiga hacerse con el oro, podrá forjar con él un anillo que otorgará un poder ilimitado a su dueño, que podrá dominar el mundo. Es aquí cuando escuchamos el motivo que muchos autores consideran como el motivo del oro:
Puede escuchar usted este motivo en el minuto 16:35 del Vídeo 1
Nosotros, sin embargo, consideramos que el verdadero motivo del Oro está en el clímax al que conduce el motivo que acabamos de señalar. De hecho, las propias hijas del Rin lo exclaman:
Puede escuchar usted este motivo a partir del minuto 17:44 del Vídeo 1
Nótese el tema en la mano izquierda a partir del cuarto compás y en la derecha en los cc. 6 y 7.
Pero no cualquiera puede robar el oro. Sólo aquel que renuncie al amor podrá hacerlo, y las ninfas piensan que Alberich nunca lo hará, dado que les ha perseguido lleno de deseo. No cuentan con que el nibelungo, preso de la frustración y de la ira, y deseoso de conquista, está más que dispuesto a pagar el precio de renunciar al amor. Y así sucede, Alberich prefiere dominar el mundo antes que seguir persiguiendo ninfas, renuncia al amor y roba el oro, con el cual regresa al Nibelheim.
Puede escuchar usted el motivo de la renuncia al amor a partir del minuto 20:42 del Vídeo 1
Antes de continuar, me parece interesante comentar la idea del anillo como símbolo de poder. En las sagas islandesas en las cuales en parte Wagner tomó inspiración, la forma de expresión es a través de menciones enigmáticas, equivalencias que reciben el nombre de kenningar. Jorge Luis Borges nos ofrece un estupendo ejemplo en su libro Historia de la eternidad, concretamente en el capítulo que dedica precisamente a las kenningar. Así, sabemos que la pradera de la gaviota es el mar, el aniquilador de la prole de los gigantes es Thor, el rocío de la espada es la sangre, la luna de los piratas es el escudo, la perdición de los enanos es el sol… lo interesante es el nombre que recibe el rey: señor de anillos… ¿les suena? Símbolo por tanto de poder desde tiempos muy antiguos, el anillo se asocia al oro, que recibe también bastantes sobrenombres, como “resplandor de la mano” o “lecho de la serpiente”; pero mi favorito es “bronce de las discordias”. El oro y otros metales preciosos, por otra parte, también se asociaban al poder, pero éste los utiliza para aparecer ante los ojos de todos con una connotación de generosidad que realce su figura.
No es por tanto invención de Wagner, ni por cierto tampoco de Tolkien, el anillo como símbolo de poder, pero sin duda ellos son los que mejor lo han sabido contar y explotar.
El anillo, por cierto, tiene su propio motivo, que transformado será también el motivo del Walhalla. Sin embargo, si este último tiene un carácter solemne, imperial, el motivo del anillo es sombrío, siniestro, refleja inquietud, la intranquilidad que porta consigo:
Puede escuchar usted el motivo del anillo por primera vez a partir del minuto 22:44 del Vídeo 1
Así, Alberich roba el oro, pero, incapaz de sentimientos algo más nobles y de apreciar la belleza no ya de las formas femeninas, sino también de las cosas y de la luz, regresa a las tinieblas del Nibelheim, donde forjará no sólo el anillo, sino también esclavizará a los demás nibelungos. Es ahí donde termina la escena I del Oro del Rin, pero, como ya hemos comentado, la música nunca deja de sonar. Escuchamos un interludio que Wagner denomina Verwandlungsmusik o “música de transformación” que nos conduce hacia la segunda escena, que comentaremos en otro momento.
Antes de terminar, me gustaría destacar cómo en la ópera alemana el amor suele redimir, mientras que en la italiana suele matar. Es esa una diferencia fundamental que ayuda a explicar por qué el precio para robar el oro es la renuncia al amor. Es inconcebible, para un alemán romántico, que alguien se plantee siquiera renunciar al amor, es algo tan monstruoso que no cabe en cabeza humana ni de cualquier otra criatura. Por ello el poder de Alberich resulta contra natura, es artificioso a la par que absoluto. Algo, por cierto, parecido a lo que algunos Estados europeos de la época en que Wagner compuso la Tetralogía vivían. Pero ese es otro debate que dejamos para mejor ocasión.
Escena segunda
La segunda escena, tras la música de transformación y al despejarse el ambiente neblinoso, húmedo y nuboso que caracteriza el interludio musical, tiene lugar en un espacio abierto e ilimitado en la cima de una montaña. Ello nos sitúa en una atmósfera tan opuesta a la que hasta ahora hemos presenciado que nos hace pensar en otro elemento: el aire; no en vano Wotan, el primus inter pares de los dioses, es el demonio del viento, personificación del ímpetu, en aspiración permanente a elevarse, a alcanzar la sabiduría.
Como bien nos recuerda Lynn Snook, si coincidimos en que los dioses, los nibelungos, los gigantes y las ninfas personifican fuerzas de la naturaleza que han adquirido forma, entenderemos cómo dentro de su propio ámbito conviven y ejercen su poder de forma armoniosa. Pero sus vivencias les llevan a traspasar las fronteras de su esfera particular, para transformarse, para afirmarse o para adquirir un mayor poder. Se trata de un impulso de tal naturaleza que Wotan toma el primer puesto en el reino de la naturaleza. Se convierte en el dios de la sabiduría, pero también de la guerra y la muerte, y también, en menor medida, de la magia, la poesía, la profecía, la victoria y la caza. Encarna igualmente la envidia.
Así, Wotan encarna las fuerzas irracionales y espontáneas, fuerzas creativas y arrebatadas, pero al mismo tiempo muestra una vocación por la sabiduría que le lleva a renunciar a su poder sobre los elementos oscuros que antaño dominara, y de hecho ha perdido su sombra, de la que nace Alberich. Nos recuerda Snook que su único deseo es alcanzar una esencia puramente divina, por lo que se esfuerza en adquirir la sabiduría, la humildad y el espíritu de sacrificio, pero al ser igual a sus semejantes, es decir, a los otros dioses, al elevarse simplemente por su propio ímpetu, no puede realizar esa misión más que por medio de sus propias acciones.
Así, Wotan logra la sabiduría por el conocimiento, la poesía, la magia y la renuncia o sacrificio. En efecto, entrega nada menos que su ojo izquierdo, al que renuncia, para poder beber de la fuente de Mimir, manantial de la sabiduría que se oculta bajo las raíces del fresno gigante, eje del mundo, Yggdrasil. Mientras bebía, Wotan vio todo el sufrimiento y los problemas que los hombres y los dioses deberían soportar, pero también vislumbró por qué era necesario que esto sucediera. Además de beber de esa fuente, Wotan conserva la cabeza de Mimir, que bebía a diario del manantial, habiendo alcanzado por tanto el grado supremo y absoluto de la sabiduría, y que sin embargo resultó decapitado durante las luchas entre los dos grupos de los dioses, los Vanir (culpables de la decapitación de Mimir) y los Æsir. Wotan, por medio de la magia, logra hacer hablar a la cabeza, que es una fuente inagotable de conocimiento. En seguida comentaremos la habilidad de Wagner para reinterpretar esta parte de la mitología, sin que por ello la obra pierda interés. Al contrario, resulta favorecida al otorgar a uno de los personajes un simbolismo mucho mayor. Pero no nos adelantemos todavía.
Hemos comentado que Wotan logra acrecentar su sabiduría, entre otras cosas, por la poesía. En efecto, Wotan conoce el secreto de las runas, lengua de los poetas, cuyo arte aprendió colgándose de Yggdrasil, el fresno, atravesado por una lanza durante nueve días y nueve noches:
Sé que permanecí suspendido del árbol mecido por el viento durante nueve noches, noches eternas, herido por la lanza, sin atributo de Odín. Sagrado para mí, consagrado para mí, el árbol ilustre encubre a todos sobre las raíces cuyo origen nadie conoce.
Wotan conoce la poesía gracias a que bebió de la hidromiel de la poesía que su hermano, Suttung, había obtenido de los enanos. Al beberla, derramó un poco sobre la tierra, otorgando así a los seres humanos la facultad del canto.
Wotan gobierna sobre los dioses y las demás criaturas, y lo hace a través de pactos que inscribe en su lanza, la cual talló con madera del fresno Yggdrasil, que etimológicamente viene a significar “caballo de Odín”. En esa lanza talla la runa de la revelación, concluyendo así un pacto con las leyes de la naturaleza y convirtiendo a su lanza en garantía del orden universal.
Una vez concluidos los pactos con todos los poderes de la naturaleza, e incitado por su esposa, Fricka, nace en él la idea de construir un castillo para glorificar su poder y su condición divina, además de para protegerse de la “traición de la noche”. Allí Fricka aspira a que Wotan deje de buscar la felicidad en tierras lejanas y encuentre el equilibrio interior, uniéndose a ella solidariamente. Ese castillo, esa fortaleza, será el Walhalla, y los encargados de construirla serán los gigantes Fasolt y Fafner, con quienes Wotan (aconsejado por Loge, de quien más adelante hablaremos) sella un pacto en su lanza por el cual el precio a pagar por el Walhalla será nada menos que la diosa Freia, sin la cual los dioses dejan de ser inmortales.
Wotan, en cierto modo, se está retirando de la vida, llamémosla así, mundana, ha colmado sus ambiciones, prosigue con su camino en la sabiduría, y para no tener que vérselas con los acontecimientos que van teniendo lugar (por ejemplo, el robo del oro) decide dormir mientras los gigantes construyen el castillo, lo que no significa que no quiera intervenir más en el exterior. De ahí sus palabras a su esposa, Fricka: “Aunque quisieras, esposa, mantenerme dentro de la fortaleza, debes concederme, como dios, que, aun recluido, pueda ganarme el mundo exterior. Quien vive ama el cambio y la renovación”. Volvemos pues al comienzo de la escena segunda, cuando Wotan duerme, se disipan las nubes y se adivina el Walhalla ya construido. Es Fricka quien despierta a Wotan. Justo antes hemos escuchado el motivo del Walhalla, que ya hemos comentado que se trata del motivo del anillo transformado. Igualmente, Wagner lo trata de manera diferente:
Puede escuchar usted el motivo del Walhalla a partir del minuto 27:25 del Vídeo 1
Fricka se muestra muy preocupada porque sabe que el pago por la construcción del Walhalla es su hermana y diosa Freia, quien por cierto cultiva las manzanas doradas que mantienen eternamente jóvenes a los dioses. Wotan trata de quitar hierro al asunto, e insiste en que Fricka no debe preocuparse, pues piensa que los gigantes no reclamarán el pago convenido o se conformarán con cualquier otra cosa. Pero Fricka insiste: “Hombres duros, ¿qué tenéis por sacro y valioso cuando codiciáis el poder?”. Justo al terminar esta frase escuchamos el motivo del anillo, asociándolo así al poder y a la codicia. Magnífica insinuación que capta el ambiente de inquietud que generará el anillo:
Por si no fuera suficiente con este clima de intranquilidad, Fricka insinúa que Wotan ha renunciado también al amor, cegado por la gloria del Walhalla. De hecho, más que insinuarlo, le acusa directamente: “¡Hombre miserable y sin amor! ¿Por el vano oropel del poder y del dominio te juegas, con blasfemo desdén, el amor y la valía de una mujer?” (véase el minuto 34:58 del Vídeo 1)
A medida que la acción avanza, vemos cómo los distintos motivos, la renuncia, el oro, el anillo, el poder, el Walhalla, se van entremezclando, creando y describiendo situaciones psicológicamente complejas, como piezas de un reloj que van encajando unas con otras. Cada acontecimiento, pues, lleva irremediablemente al siguiente, lo que muestra la habilidad teatral y narrativa de Wagner, quien altera en ocasiones la propia historia mitológica para reforzar personajes, relaciones entre ellos o también para simplificar los mitos originales, lo que resulta sumamente eficaz en el desarrollo del argumento de la Tetralogía.
Wotan protesta ante la acusación de Fricka, y le hace ver cómo (es aquí cuando Wagner se aparta por completo del mito original) para desposar a Fricka tuvo que renunciar a su ojo izquierdo. Así, Wagner logra, de un solo golpe que le evita recordar al público por qué Wotan es tuerto, unir al personaje de Fricka, diosa del matrimonio, las cualidades de la sabiduría y el conocimiento, pues hemos de recordar que en la historia original Wotan renuncia a un ojo a cambio de poder beber del manantial de la sabiduría, que fluye por debajo del fresno Yggdrasil y cuyo pozo lo custodia Mimir. De este modo Wagner concede al personaje de Fricka un interés mucho mayor del que tendría de seguir el mito de manera literal.
Wotan, pues, protesta ante la acusación de Fricka y asimismo revela que en realidad no piensa renunciar a Freia: “nunca lo consideré seriamente”. Vemos pues cómo en el mundo de los dioses, como en el de los humanos, el que hace la ley hace la trampa: Wotan inscribe el precio del Walhalla en su lanza, pero realmente no piensa cumplir su parte. Pretende, pues estafar a los gigantes de un modo, podríamos decir, muy español: “obedézcase la ley pero no se cumpla”.
Es en ese momento cuando hace su aparición Freia, quien huye de los gigantes que vienen a reclamar el pago:
Puede escuchar usted este motivo a partir del minuto 35:50 del Vídeo 1
La diosa Freia junto a su manzano de la inmortalidad
Freia implora a su hermana, Fricka, y a Wotan, que le protejan de los gigantes que amenazan con llevársela. Y de hecho no tardan en aparecer, con un motivo de gran fuerza rítmica y uso de la percusión y el viento metal:
Puede escuchar usted este motivo a partir del minuto 37:29 del Vídeo 1
Los gigantes son criaturas que representan la fuerza bruta, tanto en su lado bueno como en su lado malo. En cierto sentido, serían equivalentes a los titanes en la mitología griega, pues son anteriores a los dioses, y al igual que les sucediera a sus homólogos helenos, lucharon contra los dioses y fueron derrotados por ellos. Muchos murieron en el combate contra los dioses, pero no todos, y prueba de ello son Fasolt (que representa el lado bueno de la fuerza bruta) y Fafner (que representa el lado malo). Su simpleza les hace incapaces de comprender las argucias de Wotan y las largas que el dios trata de darles, pues intenta hacerles ver que aquel acuerdo se hizo en broma. Pero Fasolt, precisamente por su simpleza, no entiende el juego de Wotan: “¿Las runas del pacto que protege tu lanza son para ti una broma? Lo que eres lo eres sólo por los pactos”. Y añade: “Tienes cualidades para el poder y lo dispensas bien. Nos ganas en astucia e inteligencia, y nos obligaste a nosotros, que éramos libres, a mantener paz. Pero maldigo todo tu saber y renuncio a tu paz si no sabes o no puedes aceptar, de manera noble y libre, cómo mantenerte fiel a un pacto. Un estúpido gigante te da este consejo; ¡Tú, sabio, apréndelo de él!”.
Ninguna excusa de Wotan logra persuadir a los gigantes, y cuando éstos están a punto de tomar por la fuerza a Freia tras un conato de violencia en el que se ven implicados los dioses Donner y Froh, aparece Loge, cuya presencia tanto anhelaba Wotan. La situación está en un callejón sin salida. En efecto, Wotan detiene a Donner, dispuesto a utilizar su martillo contra los gigantes: “¡Detente salvaje! ¡No hagas nada por la fuerza! ¡La punta de mi lanza protegerá el pacto!” Wagner refleja este momento así:
Puede escuchar usted este motivo en el minuto 45:52 del Vídeo 1
Antes de hablar sobre Loge, destacamos un aspecto de los gigantes que ayuda a comprender su negativa total a aceptar (por ahora) otro pago que no sea la diosa Freia. Como hemos dicho, los gigantes representan la fuerza bruta, pero además, en el caso de quien representa su lado bueno, Fasolt, se une el hecho de desear sinceramente a Freia, por su belleza y su delicadeza. De hecho, su única ambición es vivir con Freia y que ésta sea parte de su hogar: “¡Cómo podríamos conseguir, que con nuestras manos callosas y sudorosas, una mujer rubia y gentil quisiera vivir con nosotros, tan rudos! ¿Y ahora osas romper el trato?” así, a su incapacidad por entender que quien gobierna en virtud del pacto pretenda incumplirlo, se añade su anhelo de alcanzar la belleza y el amor.
Fafner, sin embargo, como veremos, se indigna igualmente ante el incumplimiento del pacto suscrito con Wotan, pero no pretende amor alguno y su voluntad no es tan férrea. Como veremos, preferirá el oro, ya que el lado malo sucumbe inmediatamente ante la tentación de la codicia.
Hemos mencionado a Loge. Es éste un personaje que convoca al último elemento que nos faltaba: el fuego. De hecho, es una personificación del fuego por voluntad de Wotan, quien le había descubierto en medio de las brasas y decide darle una forma tangible. Como el fuego, es de naturaleza volátil, hoy está aquí, mañana allí, está en todas partes y en ninguna al mismo tiempo. De hecho, a lo largo de la Tetralogía se intuye su presencia pero no vuelve a aparecer.
Loge es, según algunos autores, otra alteración de la historia original por parte de Wagner, mezcla de dos seres mitológicos, Logi y Loki. Logi o Loge (en nórdico antiguo: “fuego”) es un jotun (gigante) en la mitología nórdica, una deidad y personificación del fuego. Loki, por su parte, es un dios timador de la mitología nórdica, de naturaleza ambigua y cambiante. En las eddas es descrito como el “origen de todo fraude” y se mezcla con los dioses libremente llegando a ser considerado por Odín como su hermano o hijo, pero asesina a Baldur dos veces indirectamente, pues primero ordena su muerte, y después le impide regresar del reino de los muertos. Luego de esto los Æsir lo capturaron y le ataron a tres rocas. Se liberará de sus ataduras para luchar contra los dioses en el Ragnarök. A pesar de muchas investigaciones, la figura de Loki permanece oscura; no existen trazas de un culto y su nombre no aparece en ninguna toponimia. En términos religiosos, Loki no es una deidad: al no tener culto ni seguidores (no se ha encontrado ninguna evidencia o referencia a ello), es más bien un ser mitológico.
El Loge wagneriano viene a ser una síntesis de estos dos seres, pero sin la maldad de al menos Loki. Astuto, sagaz, burlón, irónico, hábil, está y no está, ayuda a Wotan a lograr sus propósitos, pero lo hace utilizando la astucia. Eso sí, al igual que el fuego, Loge no miente, no puede hacerlo. Wagner capta muy bien su esencia cuando presenta al personaje, asignándole un tema, llamémoslo así, crepitante y juguetón:
Puede escuchar usted el motivo de Loge en el minuto 46:26 del Vídeo 1
El motivo de Loge tiene dos partes diferenciadas. La primera, su aparición (los tres primeros pentagramas de la imagen anterior), y la segunda, el propio tema de Loge (último pentagrama), que tiene una conexión, como veremos, con el motivo del Tarnhelm.
Wotan, supuestamente, prometió pagar con Freia a los gigantes a instancias de Loge, quien prometería al primer dios arreglar la situación. Wotan se encuentra en una situación complicada, pues sabe que los gigantes tienen razón y que debe acceder al pago que reclaman. Por eso espera como agua de mayo la aparición de Loge, pues desea valerse de su astucia para poder consumar la estafa a los gigantes.
Loge, sin embargo, va a suscitar la inquietud en Wotan al negar haber hecho promesa alguna en el sentido en que la entiende el primero de los dioses; éste le advertirá: “Con qué astucia evitas contestarme. Vete con cuidado si no quieres traicionar mi confianza. De entre todos los dioses, yo soy tu único amigo; yo te acogí cuando los demás no se fiaban de ti. ¡Aconséjame inteligentemente! Sabes que no fue otra cosa que tu juramento de liberar a la noble prenda lo que me empujó a dar mi consentimiento, cuando los creadores del castillo me pidieron a Freia como pago por su trabajo”. Loge responde: “Planear con sumo cuidado la manera de liberarla, eso es lo que prometí. Pero que yo mismo encontraría aquello que ni tan sólo existe ni nunca puede ser alcanzado… ¿cómo podría prometer nadie tal cosa?”. Los dioses reaccionan con indignación ante el comentario de Loge, tanto que el propio Wotan tiene que contenerlos. Véase en este pasaje la impopularidad de Loge entre los dioses, debido a que no sabe callarse a tiempo ni tampoco mentir.
Loge desvela a Wotan su plan para evitar el pago con Freia: “¡Ingratitud es siempre la recompensa de Loge! Preocupado sólo por ti, he buscado y he registrado, con febril obsesión, todos los rincones de la tierra, para encontrar a Freia una sustituta que agradara a los gigantes. Busqué en vano, y ahora lo veo todo claro: no hay nada en todos los mundos tan apreciado por los hombres, que pueda sustituir el valor y la belleza de una mujer. Allí donde había vida y aliento, en tierra, en mar y en aire, allí pregunté a muchos; por todas partes pregunté, dondequiera que las fuerzas de la naturaleza se movieran y las semillas fermentaran: ¿qué podrían considerar los hombres más poderoso que la belleza y el valor de una mujer?. Pero todo lo que tiene vida y aliento se burló de mi astuta pregunta: en tierra, en mar y en aire, nadie renunciaría al amor de una mujer Sólo a un hombre vi que había jurado rechazar el amor: a cambio de oro brillante, había renunciado al amor de las mujeres. Las transparentes hijas del Rin me contaron su desgracia: el nibelungo, duende de la Noche, en vano buscaba los favores de las sirenas; y entonces el ladrón les robó el Oro del Rin en venganza: ahora es su más valiosa posesión, incluso más noble que una mujer. Por su radiante juguete, robado de las profundidades del río, las sirenas se quejaron a mí: a ti, Wotan, apelan para que el ladrón responda de su robo y devuelva el oro a las aguas, y así permanezca junto a ellas por toda la eternidad. Prometí a las sirenas que te informaría de ello: ahora, Loge, ha cumplido su palabra”.
Wotan no quiere ni oír hablar de prestar ayuda ahora a nadie, porque no ha entendido el plan de Loge, pero al decir en voz alta esas palabras logra suscitar el interés de todos los presentes, incluidos los gigantes, que, a iniciativa de Fafner, exigen, para renunciar a Freia, el oro del Rin que ahora posee Alberich. Wotan sigue sin querer aceptar ese pago, pues le obligaría a actuar como un ladrón: “¡Os habéis convertido en unos idiotas desvergonzados y demasiado avaros!”. Fasolt no duda en agarrar de improviso a Freia, ayudado por Fafner, tomándola como rehén. Advierten a los dioses de que retendrán a Freia hasta la noche, plazo que dan a Wotan para que les traiga el oro. De lo contrario, se quedarán con la diosa para siempre.
Ante el estupor de los dioses, los gigantes se marchan con su rehén, mientras Fricka entona el motivo del dolor (“¡Dolor! ¡Dolor! ¿Qué ha sucedido?”):
Puede escuchar usted este motivo en el minuto 1:05:35 del Vídeo 1
Este motivo utiliza intervalos de segunda menor, algo que no sólo emplea Wagner para expresar dolor o lamento. Mahler, por ejemplo, también lo utilizará en su Quinta Sinfonía en el mismo sentido, y no es el único en hacerlo.
Los dioses comprueban cómo, ante la ausencia de Freia, empiezan a envejecer, lo cual hace que Wotan se alarme y se disponga a bajar inmediatamente al Nibelheim para robar el oro a Alberich ayudado por Loge.
Aquí termina la segunda escena de El oro del Rin, dando paso a una nueva música de transformación que conduce a la tercera escena sin que la música deje de sonar en ningún momento.
Escena tercera
Wotan, como hemos visto, se vale de Loge para un fin fraudulento, para cometer estafa; siendo él quien imparte justicia, cae en una contradicción insuperable que le llevará por los senderos de la mentira, la vanidad y la trampa, al autoengaño, que dirían los escritores de libros de autoayuda. Y el primer sendero de la infamia es el que desciende al Nibelheim. Wotan y Loge descienden por el camino que se encuentra en la grieta de los vapores de azufre. Wotan no puede pasar por el camino que cruza el Rin, pues no quiere encontrarse con las Hijas del Rin, tomando así el camino del destino siniestro. A medida que se acerca a la morada de los nibelungos, vamos escuchando con fuerza el tema de los nibelungos…
Puede escuchar usted este motivo a partir del minuto 1:30 del Vídeo 2
…que requerirá de varios yunques golpeados por martillos, dieciocho según las indicaciones de Wagner, situados tras el escenario. Se trata de un tema que aparecerá sucesivamente, por ejemplo en Sigfrido, y que retrata tanto a los nibelungos como su trabajo forjando armas. Así, el propio Sigfrido, que no es precisamente un nibelungo, en el primer acto de la segunda jornada de la Tetralogía, forjará los pedazos de Nothung dando martillazos a este mismo ritmo. Wagner hace coincidir progresivamente los elementos percusivos, haciendo callar en algunos momentos a las cuerdas, logrando así un efecto dramático de gran potencia, pues al sonar únicamente la percusión (puede escuchar usted este momento a partir del minuto 2:02 del Vídeo 2) y estar todas las piezas encajadas en su sitio, nos trata de transmitir una sensación, digamos, industrial, en el sentido de que los nibelungos, que han sido esclavizados por Alberich, no dejan de ser algo parecido a los proletarios de entonces, alienados en sus fábricas por unas durísimas condiciones laborales y unos salarios de miseria. En efecto, Alberich, gracias al anillo, violenta la naturaleza, somete a sus congéneres, que hasta entonces, como explica Mime,
Una vez fuimos despreocupados herreros,
hacíamos ornamentos para nuestras mujeres, delicadas filigranas,
adorables juegos para los nibelungos;
alegremente nos regocijábamos en nuestro trabajo.
Ahora el villano nos fuerza a arrastrarnos
por las cavernas,
a trabajar solamente para él
No sólo eso, pues Alberich, gracias al poder del anillo, obliga a los nibelungos a excavar nuevas galerías en busca de más oro, y nuevamente gracias al anillo, logra descubrirlo, como Mime relata a los visitantes del Nibelheim:
Por medio del Oro del Anillo su avaricia descubre
dónde se esconden en las hendiduras las nuevas vetas:
allí tenemos que buscar, arañar y cavar, fundir lo que encontramos y forjar los moldes
sin descanso ni reposo
para aumentar el tesoro de nuestro dueño
Alberich se comporta así como un tirano capitalista de los que en época de Wagner llenaban las fábricas de niños y que prescindían de los trabajadores en cuanto les apetecía, sin ningún miramiento (qué siniestro paralelismo con lo que ocurre hoy con las fábricas de las multinacionales en los países pobres).
Mime acaba de fabricar el Tarnhelm, el yelmo mágico, para Alberich.
Puede escuchar usted este motivo en el minuto 9:49 del Vídeo 2
El yelmo obedece a quien lo lleva puesto, y permite a éste adquirir la forma que desee, o hacerse invisible. El anillo, junto con el Tarnhelm, constituye un tándem de formidable poder que afianzaría el dominio de Alberich sobre los nibelungos, garantizando que los tesoros de Alberich se amontonarían sin cesar. Cuanto más acrecienta su tesoro, más acrecienta su codicia y su poder, y cuanto más acrecienta su poder, más acrecienta su necesidad de dominio, que quiere ejercer con carácter absoluto. El Tarnhelm garantiza el ejercicio de dicho dominio, pues ahora puede atacar inesperadamente, puede tender trampas insospechadas, puede ocultarse a los ojos de sus adversarios… es decir, es un instrumento de arbitrariedad, de garantía de dominio por el terror de ser en todo momento intervenido y controlado.
Cabe decir también que el motivo del Tarnhelm está asociado a Loge, pues comparte las mismas características cromáticas, si bien el motivo de Loge es juguetón e irónico y el del Tarnhelm es sombrío. Pero motívica y musicalmente es una derivación del motivo de Loge, como más adelante será, como indica Paul Heise, en El Ocaso de los Dioses, el motivo de la poción de Hagen.
Sin embargo, Alberich se siente demasiado seguro. Si bien en cuanto ve a Loge y Wotan desconfía y siente el impulso de capturarlos, los visitantes despliegan una estrategia muy hábil: halagar la vanidad. A modo de un Petronio o un Séneca ante Nerón, su halago no es más que una burla del tirano, pero a diferencia de aquellos, ni Loge ni Wotan ponen en riesgo su vida. La primera invectiva de Alberich es contestada por Loge con ironía, dándose a conocer y censurando el recibimiento. A continuación inicia el engaño, halagando al nibelungo, que, confiado, muestra a los visitantes cómo funciona el tarnhelm, transformándose en un enorme dragón:
Puede escuchar usted este motivo a partir del minuto 23:12 del Vídeo 2
Este tema volverá a aparecer en la segunda jornada, en Siegfried, cuando el joven héroe comparezca ante Fafner, el gigante que se transformó en dragón, para darle muerte. Es un tema asociado al miedo.
Loge, sin embargo, está a punto de consumar su engaño con una treta muy hábil:
(…), tal como te has hecho más grande,
¿puedes también encongerte
y hacerte más pequeño?
Esa me parece a mí
la manera más inteligente y sutil de escapar del peligro:
¡pero me imagino que eso debe de ser demasiado difícil!
Alberich, henchido de vanidad, cae en la trampa, transformándose, a instancias de Loge, en un sapo, momento perfectamente aprovechado por los adversarios del nibelungo para capturarlo y quitarle el yelmo mágico. Inmediatamente se llevan a Alberich hacia arriba, a la cima de una montaña donde están los dioses, concluyendo esta tercera escena, la más breve de la ópera.
Escena cuarta
El camino de vuelta hacia el lugar en el que se encuentran los dioses, es decir, la transición, presenta un nuevo motivo interesante, que aparecerá a lo largo de la Tetralogía: el motivo del odio del nibelungo
etc
Puede escuchar usted este motivo en el minuto 40:57 del Vídeo 2
Oímos este motivo durante la música de transformación, como anticipo, y más desarrollado en el momento en que Loge desata a Alberich, una vez que Wotan le ha arrebatado también el anillo. Antes de eso ha tenido lugar, lógicamente, el robo del oro, el Tarnhelm y, por último, el propio anillo.
Aunque el motivo tiene un carácter muy diferente, está basado en parte en el motivo de los gigantes, pero sin el carácter de fuerza bruta y transparente que le caracteriza; más bien es siniestro, con un punto de maldad.
Y maldad es lo que Alberich insufla al anillo, al proferir la maldición terrible que lo acompañará (y que a más de uno sonará gracias a una celebérrima obra literaria):
“¡Así como llegó a ser mío por una maldición,
sea maldito este Anillo!
¡Así como su Oro me concedió poder sin límite,
su magia otorgue ahora la muerte a todo el que lo lleve!
Ningún hombre se alegrará de ello;
¡nadie tendrá la fortuna de conocer la sonrisa de su refulgente luz!
¡Quienquiera que lo posea será atormentado por la angustia,
y a aquel que no lo tenga, le corroerá la envidia!
¡Todo el mundo ansiará sus bienes,
pero ninguno disfrutará de sus ventajas!
¡Su dueño lo guardará sin ganancias,
porque el Anillo le conducirá hasta su asesino!
Condenado a muerte, el cobarde vivirá dominado por el miedo;
el señor del Anillo será el esclavo del Anillo:
¡hasta que un día vuelva a mis manos aquello que me fue robado!
¡En su extrema desgracia,
impone el nibelungo esta maldición a su Anillo!
¡Guárdalo ahora, cuídalo bien,
nunca escaparás de mi maldición!”
El motivo de la maldición aparecerá recurrentemente cada vez que el anillo muestre su poder:
Puede escuchar usted este motivo a partir del minuto 41:27 del Vídeo 2.
Wotan, sin embargo, está sordo a estas palabras, pero no tardará en comprobar su terrible efecto.
Una vez Alberich ha desaparecido de la escena, regresan los gigantes para cobrar. Fasolt, el gigante que representa el lado bueno de la fuerza bruta, sigue lamentando la decisión de cambiar el rescate de Freia por un montón de oro:
“Debéis saber que me entristece ser privado de esta mujer:
¡si ella debe desaparecer de mi pensamiento,
el montón del tesoro debe ser apilado de forma que oculte por completo sus encantos de mi vista!”
A la orden de Wotan, los demás dioses comienzan a apilar el oro de forma que no quede nada de Freia a la vista. El momento es deshonroso para los dioses, vejatorio para Freia. Así lo reconoce Fricka, que reprocha a Wotan “¡Hombre inicuo! ¡Haber ofrecido así a un ser querido!”. Pero el tesoro no es suficiente; los gigantes reclaman el yelmo mágico. Y lo obtienen, pero Fasolt sigue viendo el fulgor de los ojos de Freia, y ya no queda nada con qué cubrirlos, tan sólo el anillo.
Wotan parece obcecado y se niega a entregar el anillo, ni siquiera para salvar a Freia. Tiene entonces que aparecer Erda, la mujer eterna, madre de las nornas, la que sabe y ve todas las cosas que han sido, son y serán, para convencer a Wotan de que entregue el anillo al predecirle el final de los dioses si no accede a la petición de los gigantes.
Puede escuchar usted el motivo de Erda a partir del minuto 56:46 del Vídeo 2
Erda consigue cambiar el parecer de Wotan, y éste entrega el anillo. Los dioses respiran aliviados, Freia es liberada y los gigantes comienzan a meter en enormes sacos el tesoro. Fasolt se queja de que Fafner está cogiendo la mayor parte del tesoro y pide a los dioses que intervengan para que otorguen a cada uno una cantidad equitativa. Fafner insulta a su hermano y se niega a compartir el oro; cuando Fasolt trata de quedarse con el anillo, Fafner, de un solo golpe, asesina a su hermano, ante lo cual, Wotan exclama “¡Ahora me parece terrible el poder de la maldición!”. En efecto, Wotan, como diría hoy un psiquiatra, ha quedado traumatizado por lo que acaba de ver y vivir, y a pesar de las palabras de Loge, muy sensatas, que le tratan de hacer ver que se ha librado de una buena al entregar el anillo, exclama:
“¡Cuánto temor me oprime todavía!
Angustia y ansiedad encadenan mi mente;
Erda debe enseñarme cómo evitarlos:
¡debo bajar con ella!”
Ni siquiera Fricka consigue espabilar un poco a Wotan. Tiene que ser Donner, con su célebre martillo, Miolner, quien haga volver en sí al Dios estafador de gigantes, al dar salida al ambiente cargado y sofocante con una refrescante tormenta que se completa con una suave lluvia que expande Froh, hermano gemelo de Freia. Escuchamos en ese momento el famosísimo motivo de la tormenta, que parece espabilar al susodicho hacedor de fraudes:
Puede escuchar usted el motivo de la tormenta a partir del minuto 1:09:51 del Vídeo 2
Pero los tesoros de la naturaleza, el poder que los hace aptos para ser utilizados, están, de ahora en adelante, perdidos para los dioses; esas son las consecuencias de la ruptura de los pactos que Wotan inscribió en su lanza. Por ello le viene la idea, no verbalizada, de que alguien tendrá que venir a restablecer el equilibrio roto. Por ello escuchamos el motivo de la espada por primera vez en la Tetralogía. Wotan sabe que dicho equilibrio sólo llegará de la mano de un héroe y con la ruptura física y final de su lanza. La espada será forjada por el propio Wotan, y será él quien la legue a su al héroe.
Puede escuchar usted el motivo de la espada a partir del minuto 1:15:18 del Vídeo 2
Finalmente, los dioses cruzan hacia el Walhalla por un puente que es un arcoíris, último motivo relevante que escuchamos en esta obra, mientras las hijas del Rin reclaman desde abajo que les devuelvan el oro y Loge predice un futuro final de los dioses.
Puede escuchar usted el motivo del arco iris con mayor claridad a partir del minuto 1:20:04 del Vídeo 2